¿Recordáis los álbumes de pegatinas que estaban tan de moda cuando éramos pequeños? Esos que traían consigo un montón de stickers para colocarlos en sus páginas llenas de color, paisajes y casitas. Lo divertido de estos álbumes era que podías despegar la pegatina y ubicarla en otras páginas diferentes. El otro día encontré uno de los que usaba de pequeña, del queridísimo Pingu, nada menos.

Está un poco estropeado porque solía viajar conmigo allá a donde fuese, pero llegó un punto cuando me hice más mayor en el que quedó olvidado en una caja al final del armario. Mis padres lo rescataron hace relativamente poco al hacer limpieza y me alegré muchísimo cuando volví a pasearme por esas páginas que tanto me gustaban.

Pues A Tiny Sticker Tale tiene la esencia de esos álbumes transformada en videojuego.
Desarrollado por Ogre Pixel y distribuido para Nintendo Switch en castellano de la mano de Meridiem Games, nos encontramos ante una aventura sencilla, de corta duración y repleta de puzles que solucionar con ayuda de pegatinas.

Somos un adorable burrito que busca a su padre, el cual nos ha dejado pistas por todo el mundo. En nuestro camino, nos toparemos con otros animalitos que precisan de nuestra ayuda para llevarlos a lugares concretos, encontrar ciertos objetos o satisfacer sus antojos. Será necesario ayudarles para avanzar, porque estos nos recompensarán con otros objetos que nos ayudarán a desbloquear caminos.

Casi todo el mapa es interactivo y está decorado a base de pegatinas que podremos guardar en nuestro álbum. Pero ten cuidado, ya que es limitado y no podrás llevar más de unos cuantos stickers contigo.
El mapa no es muy extenso y tiene zonas diferenciadas entre sí. Existen el río, la montaña, la playa, casetas y muchos otros lugares que no mencionaré para no arruinaros la experiencia. El mapa se divide en cuadrantes y cada uno de ellos alberga pegatinas diferentes, personajes y misiones nuevas que llevar a cabo.

Pese a su corta duración y a la simpleza de los puzles, es un juego con el que no te vas a aburrir si te gusta el género. Creo que es perfecto para las tardes de otoño, resguardado bajo una mantita, y para esos momentos donde necesitas matar el tiempo y no sabes cómo. Te vas a sentir relajado al jugarlo porque no es exigente, sino que está pensado para que te tomes un respiro. La música es suave y dulce, y el hecho de quitar y poner pegatinas y tratar con los personajes te ayuda a destensarte.

La estética simula los cuentos infantiles, que es uno de los géneros que más me gusta tratar personalmente como escritora. Así que te puedes imaginar lo mucho que me llenaba este juego con tan solo mirarlo.

Si tuviera que definirlo de alguna forma más simple diría que es un juego cozy con todas las letras. Al final, los juegos de puzles que no tienen toques de acción ni de terror suelen ser muy relajantes por lo general. Si estás buscando algo que no te drene, que te acompañe en las esperas o te ayude a conciliar el sueño, este es tu juego.
A mí me resultó un poco adictivo. No fue algo exagerado, pero al completar las tareas de algún animalito, de repente pasaba a otra. Y a otra. Y a otra más. Me sorprendió porque, al ser un juego tan sencillo, no esperaba que me enganchase.
Por buscar algún punto negativo, sería que a veces es un poco tedioso transportar las pegatinas desde el mapa al álbum y viceversa. No hay comandos rápidos que ayuden a recoger stickers de una forma más eficiente, pero intuyo que es algo que está pensado para ser un proceso lento. Si lo que pretendían era imitar a los álbumes de pegatinas que teníamos cuando éramos pequeños, el hecho de incluir comandos rápidos no conectaría con las sensaciones que sentimos de niños.
Pero al final, esto es un videojuego. Creo que habría sido más acertado incluir algún botón para despegar los stickers de forma ágil y que se guardasen en el álbum automáticamente, aparte de tener la posibilidad de hacerlo de un modo tradicional. Aunque esto es solo mi opinión.

Por lo demás, no le encuentro nada malo al juego. Los puzles están muy bien pensados, la estructura del mapa es genial, los personajes son variados y cada uno de ellos tiene un problema que resolver.

La dificultad es sencilla; no son puzles complicados. Aunque ha habido algún que otro recado o rincón del mapa que desbloquear que me ha tenido dando vueltas un buen rato. Pero esa ha sido la gracia del juego.
Una cosa que me ha sorprendido es que puedes colocar en cualquier punto del mapa las pegatinas que vas recogiendo. Si gustas, puedes decorar el mundo a tu antojo. Tienes incluso tu propia casa en la cual también puedes modificar los muebles del interior.

Sin embargo, no he sentido que el juego invite a la decoración con demasiado ímpetu. Más bien te «guía» a través de los recados de los personajes y la distribución del mundo para que resuelvas los problemas que se plantean en cada cuadrante del mapa. La decoración del mundo y de tu casa es muy secundaria.

En resumen, A Tiny Sticker Tale es un juego que recomendaría a todo al que le gusten los puzles. Si disfrutas del frenetismo de los battle royale, de historias profundas o de puzles complicados, creo que este no es tu juego. Pero si necesitas algo nada pesado, sencillo y que te ayude en momentos de estrés, ve a por él sin duda. Además, creo que la Switch favorece muchísimo al título al tener la posibilidad de jugarlo en portátil en cualquier parte. Insisto en que es un juego perfecto para estar en la camita antes de dormir o en el sofá después de comer.
