El pasado 12 de septiembre tuvimos uno de los mejores Nintendo Directs a nivel de contenido que se han hecho en los últimos años. Anunciaron una cantidad de juegos abrumadora, un cuarenta aniversario de la saga Super Mario que, en mi opinión, estuvo a la altura, y anunciaron fechas de títulos por los que estábamos ansiosos.
Si nos paramos a analizarlo, de aquí a primavera hay lanzamientos para Nintendo Switch 1 y 2 cada dos o tres semanas. Me parece una locura el contenido que nos viene de parte de esta empresa. Si sumamos también el resto de desarrolladoras, incluidas las indie, podríamos decir que vivimos una de las épocas más doradas de los videojuegos a nivel de contenido.
Y, además, uno de los puntos más positivos de esto es que cada jugador puede elegir entre una variedad que se ajusta a cada tipo de persona. Hace unos años, eso no era posible porque la industria no había prosperado tanto, lo cual es lógico.

Pero ¿y si hablamos a nivel económico? Y no me refiero solo al de las empresas, sino al de los consumidores, que son lo que más me importa a nivel personal.
El Nintendo Direct fue una pasada, eso es innegable. El golpe de realidad vino después, cuando comprobamos los precios de los videojuegos o servicios que se anunciaron. Las prácticas que muchas grandes empresas están llevando a cabo son totalmente anticonsumidor. Y no es ya una cuestión de que «son empresas, piensan solo en el dinero y tú decides si comprar o no», porque el argumento es correcto, pero eso no quiere decir que no tenga derecho a quejarme como sugieren muchos.

Si Nintendo, o cualquier otra desarrolladora, abusa de la confianza y de la ilusión de muchas personas por sus franquicias, es correcto que los que amamos sus títulos alcemos la voz ante prácticas que son excesivas.
Han querido aprovechar la fama que se han granjeado durante muchos años gracias a la primera Nintendo Switch, y han tomado la decisión de aumentar los precios y no poco. Porque quizás se sienten poderosos ahora que tienen la certeza de que no van a decaer, sino que mínimo se mantendrán ahí arriba.
Y es probable que sea así, porque mientras el consumidor siga aflojando guita, la empresa no cambiará sus políticas por mucho que alcemos la voz en redes sociales u otros medios. El mejor modo de que estas prácticas cesen es cerrando la cartera.

Pero me gustaría expresar una opinión personal acerca de esto. No soy experta, ni trabajo en las oficinas de Nintendo como para saber a ciencia cierta qué es lo que va a ocurrir en los próximos años. Pero lo que sí soy es una adulta trabajadora normal y corriente, de esas que debe gestionar muy bien sus gastos porque tiene un alquiler y todo lo que conlleva la vida independiente. Y creo que Nintendo y el resto de grandes desarrolladoras están infravalorando este aspecto a la hora de tomar decisiones acerca de los precios.
El público que han logrado amansar desde que en 2017 Nintendo Switch salió al mercado abarca todas las edades. Casi todas las personas que he conocido tenían una Switch en sus casas, aunque no fuesen jugadores asiduos. Nintendo logró un marketing perfecto con el que toda la familia lograse disfrutar de ella, incluidos jugadores y jugadoras experimentados.

Por tanto, son muchos los niños y familias que se han introducido en este hobby. Sinceramente, no veo que unos precios en videojuegos que llegan hasta los 90 euros sean algo que muchas personas se puedan permitir de manera constante.
No me imagino a unos padres regalar de forma asidua juegos de entre 80 y 90 euros. Ni tampoco a adolescentes que van al instituto o a la universidad. Ni adultos como yo que tenemos muchos gastos a nuestras espaldas.
Me da la sensación de que, a la larga, todas las desarrolladoras, incluida Nintendo, van a notar un descenso notable en las ventas. No hablo del presente, sino de algo que se pueda ver reflejado en unos años. Al final, los efectos secundarios de estas decisiones no suelen mostrarse hasta que no pasa un tiempo.

Puedo estar muy equivocada y que, por el contrario, las ventas sean cada vez mayores, o que mínimo se mantengan muy estables. Pero me cuesta creerlo cuando yo misma estoy viviendo en mis propias carnes las consecuencias de esas decisiones. Mientras que antes podía permitirme varios títulos, ahora debo pensar con mucha calma qué me merece más la pena comprar (o esperar a unas buenas rebajas).
Creo que la mayoría de nosotros estamos en la misma posición.
Lo que más me ha sorprendido de los precios con diferencia han sido los nuevos amiibos. Antes, un amiibo te costaba entre 12 y 20 euros, más o menos. Un precio razonable para una figura de plástico que nos sirve para ampliar un poquito la experiencia de juego y para decorar la estantería.

Pido disculpas si te ofende que me exprese de forma un poco dura, porque a mí también me encantan los amiibo y tengo varios, pero no puedo ignorar lo que me hacen sentir estas prácticas.
En el Nintendo Direct, anunciaron nuevos amiibos de Super Mario Galaxy, Metroid Prime 4 y Kirby Air Riders. Los de las dos primeras sagas han ascendido a 40 dólares mientras que los de Kirby han pasado a costar 50 dólares.

Qué salvajada, por favor. Sé que no debería sorprenderme, pero sí. Me lo esperaba respecto a los videojuegos, pero no de los amiibo. Cuando vi el Direct, me gustaron tantísimo los de Metroid que me planteé comprarlos para decoración. Pero al comprobar el precio, decidí que jamás pagaría esa barbaridad por mucho que me gustasen.

Del recopilatorio de Super Mario Galaxy 1 y 2 que van a lanzar el 2 de octubre para Switch también debemos hablar. Finalmente, el juego costará 70 euros si compras la versión en la que se incluyen ambos. También los puedes comprar por separado a 40 euros cada uno.

Que un relanzamiento de dos juegos de los años 2007 y 2010 cueste ese precio me parece inconcebible. No estamos hablando de unos remakes, son ports que ofrecen una mejor calidad de imagen.
El anuncio me hizo una ilusión enorme, pero no estoy dispuesta a pasar por ese aro con un relanzamiento, a pesar de que Super Mario Galaxy 2 fue un título que no jugué en su época y ambos me parecen de los juegos más originales de la saga.
Entiendo que quizá tratan de seguir una estrategia de marketing para tantear cuánto está dispuesto a pagar el consumidor por sus juegos y establecerlo como estándar. Y me preocupa que se establezcan los 90 euros en algunos juegos de forma definitiva.
Pero sigo con el pensamiento (y quizá sea una esperanza ilusa) de que esta estrategia no es posible que funcione a largo plazo. Puede que en algunas regiones sí, las más estables económicamente, pero en la mayoría es algo que creo inviable.
Ojalá no me equivoque y dentro de un tiempo veamos una reducción de precios. Siempre he pensado que un juego nunca debería de rebasar los 60 euros P.V.P. Otra cosa son las ediciones coleccionista, pero hablo de las versiones estándar. Si alcanzan un mayor precio, para mí es un abuso. Y sí, pienso lo mismo de juegos como GTA VI.
Otro tema que me gustaría tratar es el del contenido adicional que se anunció en el Direct para Donkey Kong Bananza y para Leyendas Pokémon ZA.
No voy a ahondar demasiado en el DLC de Pokémon porque me gustaría dedicarle un post solo a este videojuego. Tengo demasiadas cosas que me gustaría soltar como para incluirlas también aquí; me tiraría escribiendo hasta la madrugada.

Sin embargo, sí que diré que el hecho de anunciar un DLC de pago cuando el juego base ni siquiera ha salido aún al mercado me parece un movimiento tanto valiente como estúpido. Antes de la salida de Leyendas ZA, que recordemos que cuesta 60 euros para Switch 1 y 70 euros para Switch 2, ya estás informando al público de que, si desea disfrutar de una experiencia de juego completa, va a tener que pagar más.
¡Qué maravilla!
Y no solo eso, sino que es un contenido que probablemente ya estaba incluido en el juego, pero que han decidido arrancar de él para exprimir un poco más al consumidor.
Esto no solo ocurre con Pokémon, sino también con el DLC de Donkey Kong Bananza. No puedo alegrarme de su lanzamiento. Lo siento. El juego salió hace apenas dos meses y ya has anunciado el primer contenido extra a 20 euros adicionales. Un contenido que es muy posible que estuviera en el juego, que fuera pensado junto al resto, pero que decides suprimir para ganar más.
Creo con firmeza que han rebasado un límite. Porque la persona de a pie cada vez consumirá menos videojuegos por la poca accesibilidad.
Y entiendo que, si la economía sufre inflación, las empresas también aumenten precios. Pero estas prácticas abusivas no tienen tanto que ver con eso. Lo hacen para aprovecharse; se sienten cómodos en su posición.

No odio el concepto de DLC, en absoluto. Creo que es una forma genial de expandir el mundo de un videojuego para seguir disfrutando de él. Pero siempre y cuando sea algo pensado después del desarrollo del mismo y con motivo de ampliar de verdad el universo del título.
El problema es que muchas desarrolladoras, en especial las grandes, lanzan sus videojuegos con la idea de vender contenido adicional que en un principio estaba ahí. No es que simplemente nos vean cara de idiotas, es que encima solemos pasar por ese aro y se ríen de esto.
Entiendo que las empresas piensen de esa forma, y más si el consumidor traga, pero que lo entienda no quiere decir que lo apoye de ninguna manera. Nunca jamás entenderé que se defienda a empresas multimillonarias por encima de los derechos de los consumidores.
Y comprendo el punto de que tenemos libertad de decisión para comprar lo que una empresa tiene para ofrecer. No es un bien necesario; es un capricho. Todos sabemos esto, pero es nuestro hobby, nos hace felices, y ver que cada vez es menos accesible nos entristece.
Tenemos todo el derecho del mundo de opinar, de quejarnos y de alzar la voz ante lo que nos genera malestar. Estoy abierta a debatir sobre el tema con cualquier persona que desee hacerlo desde el respeto, pero no escucharé a quienes me invitan a cerrar la boca por unas u otras razones.
Es una opinión acerca de videojuegos, no acerca de derechos fundamentales. Vamos a reducirlo a lo que es y a no darle una importancia tan grande como para restarnos salud mental. Se puede debatir, contradecir y puedes no estar nada de acuerdo conmigo. Pero siempre con calma y respeto.
