Todos los que amamos la saga The Legend of Zelda hemos soñado con poder vivir una aventura en Hyrule desde los ojos de la propia Zelda. Es el personaje que da nombre a esta franquicia, pero que, irónicamente, nunca toma protagonismo. Link es el héroe, el salvador de todos los habitantes (lo cual me gusta; le tengo un cariño inconmensurable), pero la princesa nunca se había caracterizado por ser fuerte a nivel físico, sino más bien a un nivel espiritual. Necesitaba el apoyo de su caballero, y solo en el título de Wind Waker pudimos disfrutarla desde un punto de vista menos delicado (y bueno, en cierta parte pierde esa esencia ruda, pero vamos a obviarlo).

Cuando se anunció que mi maravillosa Zelda iba a protagonizar su propio videojuego, no pude contener mi alegría. El hecho de que esto haya sucedido me da esperanzas de que, en un futuro, pueda seguir gozando de más títulos donde Link sea completamente secundario. Que insisto, adoro a este guerrero hyliano, pero solo he jugado con Zelda una vez, así que le tengo más ganas.
En el post de hoy, os voy a hablar largo y tendido de The Legend of Zelda Echoes of Wisdom, el último lanzamiento de la saga para Nintendo Switch.

El juego se caracteriza por ser un vasto mundo que puedes explorar con más o menos libertad. Utiliza gráficos coloridos con una estética chibi, y en él nos encontraremos infinidad de puzles y misiones secundarias.
Además, nos acompaña Tri, una misteriosa criatura que es adorable. Nos ayudará como lo hicieron otras compañeras en la saga como Navi o Midna.

Nada más comenzar, Link nos rescata de las garras de Ganon, como suele ser habitual en los juegos de la saga. La diferencia es que, esta vez, se abre una enorme brecha que absorbe al guerrero hyliano sin posibilidad de retorno. Ahora, Zelda tendrá que recoger los bajos de su vestido para escapar de allí por sí misma. Aquí comenzará nuestro periplo por Hyrule, un reinado donde vivir es cada vez más complicado por culpa de las horribles brechas que hay repartidas por el mundo y que, como a Link, han absorbido a muchas otras personas.


Las mecánicas son simples y a la vez algo intrincadas (que no difíciles). En este juego, no utilizamos ninguna de las armas de Link para movernos por Hyrule y avanzar en nuestro periplo, sino que poseemos un bastón mágico. Con él, somos capaces de memorizar objetos, enemigos y otras tantas cosas para así poder invocarlos y que nos ayuden a pelear y a resolver enigmas.
Por esto, digo que la mecánica es «simple», porque al final se trata de, por lo general, invocar diferentes cosas, pero también es «complicado» en el sentido de que manejar esas invocaciones tiene su aquel y debes saber bien qué utilizar en cada momento.

Aunque no tienes que preocuparte por esto; hay decenas de formas distintas de resolver los problemas o de luchar. El juego invita a ser creativo con todas las posibles invocaciones que te ofrece.
El mundo es bastante grande, lo cual me sorprendió. Tienes muchos rincones por explorar y es muy difícil que te aburras al recorrerlo. Te voy a poner en sobre aviso de un detalle por si te ocurre como a mí: algunas zonas del mapa te parecerán «vacías» o donde no se puede hacer gran cosa, pero confía en mí cuando te digo que hay una razón para ello. Esas «zonas muertas» se desbloquean con misiones secundarias.


Cuando jugué, no paraba de preguntarme por qué había partes que parecían desaprovechadas; era algo que me resultaba un punto muy negativo del juego. ¡Hasta que descubrí que era porque no estaba prestando atención a las misiones! No tengas miedo de hablar con la gente del reino porque eso te llevará a rincones brutales. Tengo uno que es mi absoluto favorito, pero no puedo decirlo porque os arruinaría la sorpresa.
A nivel de coleccionables y tesoros tengo sentimientos encontrados. Si hablamos de las cosas que memorizamos a lo largo de la aventura, estoy muy satisfecha con la cantidad tan grande de trastos y enemigos que puedes copiar para luego utilizarlos en tu beneficio. Pero si hablamos de las recompensas que aparecen en cofres ocultos (muy típicos en la saga), sí que me quedé con un sabor de boca agridulce. Me supieron a poco.

Tenemos las míticas piezas de corazón y las rupias, de las cuales no tengo ninguna queja, pero el resto de recompensas son bastante pochas, ya que solo sirven para una única cosa en la historia: hacer zumos.
Estos son como las pociones o las recetas de comida de Breath of the Wild; te otorgan beneficios y resistencias. No he encontrado en todo el juego ningún cofre que tuviera algo más allá de materiales para hacer zumos.

Eso sí, un detalle guapísimo del juego fue la posibilidad de vestir a Zelda con diferentes ropajes, y cada uno te potencia una característica o te da algún tipo de beneficio. Había de todo tipo, pero no quiero ahondar mucho en esta parte ya que prefiero que los descubras tú al igual que hice yo en su día.

Mírala qué mona ella.
La historia me ha gustado, pero no arriesga demasiado. Al final esta saga sigue por lo general la misma línea en todos sus juegos: hay una fuerza maligna que quiere destruir Hyrule y nosotros debemos salvar el mundo. El ritmo de la historia se desarrolla como venimos acostumbrados de las entregas más clásicas, superando templos cada vez más complejos y reuniendo los objetos necesarios para hacer frente al malo final. Pero es que eso es precisamente lo que hace a esta saga tan adictiva.

En Breath of the Wild y Tears of the Kingdom se perdió este ritmo para sumergirnos en un mundo completamente abierto (que a mí me flipa). En Echoes of Wisdom también puedes explorar el mundo con más o menos libertad, pero no se compara con los otros dos títulos.
Aquí se mezcla el ritmo clásico y los templos de toda la vida con esa exploración. Algunos templos se pueden hacer salteados, sin seguir una linealidad pura, pero, al final, el juego sí que exige finalizar algunos de ellos o ciertas misiones para poder avanzar. Y no digo esto último como algo malo, sino todo lo contrario; me encanta que lo hayan decidido así para Echoes of Wisdom.

Muchos jugadores echaban de menos el sistema de templos más clásico. Esto se recupera en gran parte, aunque no de la misma forma ya que, en lugar de objetos que obtienes por el camino lo que usas son réplicas como he mencionado.

A nivel de dificultad, no creo que sea un juego extremadamente fácil, pero tampoco complicado. Si eres un jugador asiduo, no verás casi nunca la pantalla de Game over, pero no pienses que es un paseo por el campo. En una escala del uno al diez, siendo «uno» un juego de nula dificultad y «diez» un juego casi imposible, yo lo pondría en la mitad de la escala, en un cinco. Esto, por supuesto, bajo mi percepción, que he intentado que sea lo más objetiva posible.

Los gráficos son iguales a los de Link’s Awakening, lo cual ha despertado pasiones, pero también disgustos. A pesar de ser muy vistosos, no gustan a todo el mundo. A mí personalmente me han encantado. Una de las razones por las que disfruté tanto de Link’s Awakening en su día fueron precisamente los gráficos. Siempre he amado la estética más infantil y que parece sacada de dibujos animados, y por ello adoro los cuentos de niños (como breve inciso, destacar que uno de mis sueños es publicar algún libro infantil, así que imagina).

La duración del juego me ha sorprendido casi que lo que más de este título. No sé cuánto habrán invertido otros jugadores, pero a mí me ha durado unas 35 horas. También es cierto que, por lo general, en juegos con mundos donde te dan más o menos libertad de exploración suelo ir rincón a rincón en busca de tesoros y secretos. Soy una jugadora lenta; mastico y saboreo al máximo un juego cuando me gusta.

Este título te dará entre 15 y 40 horas de juego, así que corto no es precisamente.
En resumen, es un juego que, tanto si eres un jugador ya experto en la saga como si eres primerizo, te recomiendo muchísimo. Que no te echen atrás las mecánicas; a mí tampoco me convencieron cuando mostraron los primeros trailers, pero jugarlo uno mismo no es igual que verlo.
